Mediante una delicada prosa y una esmerada labor de indagación, reflexión y análisis, esta obra de José Luis Díaz, investigador titular del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, revela cómo el mito de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de los antiguos mexicanos, sobrevive hoy. El revuelo de la serpiente emplumada manifiesta un torbellino histórico y cultural que ha llegado a jugar un papel singular en la construcción de la nacionalidad mexicana. Es el retorno del dragón de Mesoamérica. El presente ensayo de un científico mexicano conocido por sus trabajos en plantas psicotrópicas, comportamiento, neurociencia cognitiva y el problema mente-cuerpo que ahora se aventura en la antropología culural y el simbolismo, constituye un recuento del mito de Quetzalcóatl desde su origen remoto hasta sus sorprendentes mutaciones plásticas, literarias y políticas más actuales. El trabajo también configura una comparación con otros mitos aledaños, en especial de Perú, Colombia, Brasil y Paraguay y manifiesta un resuelto y fascinante propósito de rescate y asimilación.
Díaz, J.L. (2006) El revuelo de la serpiente. Quetzalcóatl resucitado. Barcelona y México, D.F., Editorial Herder, 182 pp. ISBN 968-5807-18-3.
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Reseña por Tania Hernández Cervantes
Si quieres entender los orígenes de un pueblo, acércate a los mitos que le dan vida. Los mitos, como símbolos, creación onírica, ideológica, utópica de individuos y de pueblos, nos describen. Si no fuera así, las banderas nacionales no nos significarían nada. Quetzalcóatl es uno de esos mitos que, a pesar del racionalismo de la era moderna, sobrevive en el imaginario colectivo del mexicano. Quetzalcóatl es el ave de plumas verde, blanco y rojo. Es el mito indígena mesoamericano del dios dual, ave y serpiente. La bandera de México tiene sus colores, y en el centro una imagen de un águila devorando una serpiente, una indudable alegoría de Quetzalcóatl.
Tal parecería que México es Quetzalcóatl, entonces parece necesario conocer Quetzalcóatl para entender México, pero ¿Qué es Quetzalcóatl en el imaginario colectivo de México? ¿Fatalidad? ¿Destino? ¿Una gloria que a punto de instalarse sucumbe? ¿Un dios que pacientemente aguarda su regreso para traer gracia? José Luis Díaz en su libro El revuelo de la serpiente: Quetzalcóatl resucitado busca incansablemente las respuestas en la expresividad y fertilidad que el mito ha propagado. Y en esa búsqueda explora una diversidad de ramas humanísticas y artísticas donde el mito ha dejado su impronta, como en la historia de México, la filosofía, la psicología, la literatura, la pintura, el cine.
A través de las páginas de este libro encontramos una lúcida interpretación sobre la influencia de Quetzalcóatl en el pasado y el presente que permite encontrar nuevos significados. En la primera parte del libro el autor nos lleva al encuentro con el origen de Quetzalcóatl, el cual tuvo lugar en la población Olmeca, asentada en las orillas del golfo de México entre los años 1500-900 A.C. Aquí José Luis Díaz cuidadosamente sigue las pistas históricas que otros autores, como Enrique Florescano y León Portilla, dejaron para que otros siguieran las huellas de la serpiente emplumada. En nueve breves capítulos el lector se introduce al mundo que recreó a Quetzalcóatl y conoce su naturaleza de dios que da el maíz, de dios derrotado por su hermano rival (Tezcatlipoca) o el dios que termina en el exilio, pero cuya derrota no le da muerte. En cambio, resulta ser un impasse para preparar un nuevo ciclo de vida y de ascenso. Un revuelo. Tal pareciera que Quetzalcóatl tiene muchas vidas, y breves muertes. José Luis Díaz lo sabe muy bien y nos hace testigo de ello. Por eso no es casual que la segunda sección del libro la titule “El mito restaurado”. Efectivamente, el mito se restablece y reaparece muchas veces en la historia de México.
Lo que hace fascinante a este libro es que Díaz recupera los momentos críticos de la historia de México y cómo en cada uno de ellos reaparece el mito. Por ejemplo, resurge durante el proceso de evangelización cristiana de indígenas en el período de la colonia, y en el México de reconstrucción nacional del siglo XX, después de su lucha de revolución.
Respaldado en sólidas fuentes históricas, Díaz analiza cómo se recreó la imagen de Quetzalcóatl con plumaje cristiano durante la época de la conquista española. Los evangelizadores de la época de la colonia lo asociaron con el apóstol Tomás, cuyo nombre en hebreo significa gemelo. De tal modo, el dios indígena adquiere rasgos occidentales y se adapta a la tradición cristiana. De tal manera, nuestro Quetzalcóatl se arrastra como serpiente en los andamios que gestaron el México católico de hoy. Está presente, pero anónimamente, como escondiendo su plumaje.
Más adelante, en el siglo XX, el mito resurge, pero esta vez no para arrastrarse, sino para volar. En este punto de la lectura, la fluidez de la narrativa de José Luis Díaz tiene a su lector emocionado en el vuelo. Uno quiere saber más. Díaz escoge muy bien cómo interpretar este nuevo despegue de la serpiente. Lo hace analizando a José Vasconcelos, uno de los personajes más prominentes y claves en la refundación del México post-revolucionario. Vasconcelos fue el líder de la cruzada educativa más importante de toda la era moderna de México; fundó las instituciones de educación que aún sostienen el sistema educativo del país, fundó la universidad más importante de toda América Latina (la UNAM). Vasconcelos le dio plumaje de ave a México, e invocó el mito de la serpiente emplumada para sostener su misión de transformar el país. Su huella sobrevive aún, como estela de un vuelo majestuoso. Sin embargo, en la cúspide de su vuelo, Vasconcelos fue derrotado. Sus opositores le arrebataron la presidencia, robándole las elecciones presidenciales de 1929. Como el mismo Quetzalcóatl, terminó derrotado y en el exilio. Como diría Díaz, “Vasconcelos invocó a Quetzalcóatl y obtuvo mercedes inesperadas y dádivas amargas” (p. 80). Parecía que el mito de la serpiente emplumada, con toda su gloria y tragedia, se cumplía otra vez. Nos dejaba una nostalgia de grandeza.
Así, con ese halo de nostalgia de grandeza, nos dice Díaz, es cómo el mito ha inspirado a grandes literatos y filósofos mexicanos y extranjeros. Tal como pasó con el británico D. H. Lawrence, el filósofo e historiador Francés Lafaye y los poetas mexicanos Carlos Pellicer y Octavio Paz, y el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Díaz nos ofrece interesantes extractos de cada una de estas obras, y en su análisis desborda su propio pulso literario.
La gran destreza que tiene José Luis Díaz para ensayar una variedad de voces y estilos hace de la lectura de este libro un deleite. Su prosa parece propia de una pluma neo-renacentista, que lo mismo puede darnos una minuciosa interpretación de documentos históricos, como de teorías de psicología, o de obras de arte. Por ejemplo, como estudioso de la psicología, analiza las interpretaciones de Freud y Jung de la profundidad del mito en la psique humana. Como apasionado de las artes, nos acerca a los murales de Diego Rivera y Orozco donde aparece Quetzalcóatl. Con todos estos elementos en movimiento, el autor logra contagiar su enorme pasión por entender los alcances universales que esta serpiente guarda en su plumaje. La precisión de la traducción le da un increíble estilo al texto en inglés, pero sin transgredir los significados y conceptos propios de la cultura mexicana. Martin Boyd se desempeña aquí como un experto traductor de libros sobre cultura de México.
El mito de Quetzalcóatl ha sobrevivido al tiempo, desplegando con toda potencia su dualidad: su ser terrenal de serpiente que se arrastra por el suelo; y su naturaleza aérea, de ave emplumada que recorre los cielos. Quetzalcóatl vuela y cae. Se va y vuelve. Como bien dice Díaz, revolotea y resucita. Quizá México verá pronto su regreso y quiero imaginarlo no como el ave que devora una serpiente, sino un Quetzalcóatl, ave y serpiente unidas, no divididas. Glorioso.
Tania Hernández Cervantes es originaria de Culiacán, México. Actualmente está cursando un doctorado en la Universidad de York (Toronto) y es colaboradora y editora de la revista en línea Refundación.
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